jueves, 18 de diciembre de 2008
Rayuela
domingo, 9 de noviembre de 2008
Por el camino de Swann
domingo, 5 de octubre de 2008
vida real
Rescate de citas...
Toda obstinación en mantenernos dentro de nuestro horizonte habitual significa debilidad, decadencia de las energía vitales. El horizonte es una línea biológica, un órgano viviente de nuestro ser; mientras gozamos de plenitud, el horizonte emigra, se dilata, ondula elástico casi al compás de nuestra respiración. En cambio, cuando el horizonte se fija es que se ha anquilosado y que nosotros ingresamos en la vejez."
taparte el sol con un dedo;
hoy así a la angusta cedo
y al miedo, la frente mustia...
No sé si es odio esta angustia
ni si es amor este miedo."
Glosa, Nicolás Gillén
domingo, 14 de septiembre de 2008
El caldero de Oro, Hoffman
martes, 2 de septiembre de 2008
Lección inagural
(Barthes, Lección inagural)
*La negrita es mía.
miércoles, 27 de agosto de 2008
pecado.
miércoles, 20 de agosto de 2008
domingo, 6 de julio de 2008
Porque no se puede esperar que el resto haga algo.
Hay quienes hacen algo,
hay quienes no hacen nada.
Hay tres que hacen algo.
Hay diez que dan conferencias
sobre lo que hacen los tres.
Hay cien que dan conferencias
sobre lo que dicen los diez.
Lo que sucedió fue que uno de los ciento diez
acabó por explicar la manera de hacer algo a uno de los tres.
Entonces uno de los tres, interiormente exasperó
(y, exteriomente, sonrió)
pero calló, porque no estaba acostumbrado a hablar.
Además, tenía algo que hacer.
"
(Etchegaray, 40)
Etchegaray, Roger. Verdadero Dios y verdadero hombre
sábado, 19 de abril de 2008
Into the wild
Estos versos de Lord Byron aparecen al comienzo de la película Into the wild (acabo de terminar de verla y necesitaba guardar esto en algún lugar :B )
There is a pleasure in the pathless woods,
There is a rapture on the lonely shore,
There is society, where none intrudes,
By the deep sea, and music in its roar:
I love not man the less, but Nature more...
Hay placer en los bosques sin senderos
Hay éxtasis en una costa solitaria
Está la sociedad, en donde nadie se inmiscuye.
Por el océano profundo, y la musica con su rugido:
No amo menos al hombre, pero sí más a la naturaleza...
viernes, 4 de abril de 2008
El Otro Yo -Mario Benedetti [Cuento. Texto completo]
Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente se habia suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas.
Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.
miércoles, 26 de marzo de 2008
Poesía.
Malherbela, en "Ficción y dicción", Genette.
(Mario Benedetti)
lunes, 24 de marzo de 2008
Jorge Luis Borges.
"El lenguaje es un ordenamiento eficaz de esa enigmática abundancia del mundo. Dicho sea con otras palabras: los sustantivos se los inventamos a la realidad. Palpamos un redondel, vemos un montoncito de luz color de madrugada, un cosquilleo nos alegra la boca, y mentimos que esas tres cosas heterogéneas son una sola cosa y que se llama naranja. La luna misma es una ficción. Fuera de conveniencias astronómicas, que no deben atarearnos aquí, no hay semejanza alguna entre el redondel amarillo que ahora está alzándose con claridad sobre el paredón de la Recoleta y la tajadita rosada que vi en el cielo de la plaza de Mayo, hace muchas noches. Todo sustantivo es abreviatura. En lugar de contar frío, filoso, hiriente, inquebrantable, brillador, puntiagudo, enunciamos puñal; en sustitución de alejamiento del sol y progresión de sombra, decimos atardecer.”
miércoles, 19 de marzo de 2008
Domingo de lluvia
En la calle llueve y usted está parado en la puerta de su casa esperando a que el cigarrillo termine de consumirse entre sus labios.Está pensando adónde irá precisamente.Hoy es domingo, y los domingos son culpables de la soledad de las veredas.Usted tiene un paraguas en una de sus manos, es un paraguas negro que, plegado, tiene algo de pájaro siniestro.Usted abre el paraguas sin preocuparse de sacudirlo varias veces antes de hacerlo. Y entonces es usted responsable de todos los recuerdos que caen sobre su cabeza.Usted empieza a caminar bajo el paraguas y siente que es demasiado grande. La misma sensación de arquitecturas abandonadas sobreviene al contemplar el asiento vacío del auto, o al mirar la mitad de la cama desierta, inútilmente grande. Esa soledad de las camas donde crecen con tanta fertilidad los hongos del olvido.Más allá del paraguas cae la lluvia y, bajo el paraguas, llueven también húmedas reminiscencias de otros días que le hacen a uno sentirse culpable por no haber tomado las precauciones necesarias.Usted sigue caminando bajo el paraguas. Lo cambia de mano, realiza todos los trucos inútiles del hombre solo al comienzo de un domingo, trata de convencerse de que lo ocupa todo, de que nada ni nadie falta bajo la tela negra. Pero sus tretas sólo aumentan su soledad de caminante dominguero.Usted siente entonces el eco de sus pasos. Ese timbal urdidor de rumbos forzados, látigo de galeote o de redoble de tamborcitos de hojalata que conducen al guiñol hasta la guillotina.Usted siente entonces unas ganas irrefrenables de llorar, y naturalmente puede hacerlo.Bastará con que baje el paraguas hasta que la perspectiva reluciente de la calle se borre en el presente de tela negra que bloqueará sus ojos y no vea nada más que el juego de varillas, esas costillas plateadas de murciélago matinal, y, si piensa que alguien puede verlo, bastará con que cierre discretamente el paraguas con su cabeza metida entre las varillas, como si estuviera comprobando la perfección del mecanismo mientras la lluvia cae sobre sus hombros, que a ratos se estremecen, y sus lágrimas se confunden con la humedad de la tela.