miércoles, 25 de mayo de 2011

Tiempo y Muerte

Fragmentos de La montaña mágica de Thomas Mann, que estoy leyendo ahora y me falta mucho para terminar. Por ahora dejo dos citas: la primera trata sobre el tiempo y su percepción, mientras que la segunda habla sobre la muerte.

Se han difundido muchas teorías erróneas sobre la naturaleza del hastío. En general, se piensa que, cuando algo es nuevo e interesante, «hace pasar» el tiempo, es decir, lo abrevia, mientras que la monotonía y el vacío entorpecen su marcha y hacen que se estanque. No obstante, esto no es del todo exacto. Cierto es que la monotonía y el vacío pueden dar la sensación de estirar el momento, las horas, de manera que se «hagan largas» y aburridas; pero no es menos cierto que, en el caso de grandes o grandísimas extensiones de tiempo, lo que hacen es abreviarlas, neutralizarlas hasta reducirlas a algo nimio. A la inversa, un acontecimiento novedoso e interesante es sin duda capaz de hacer más corta y fugaz una hora e incluso un día, pero, considerando el conjunto, confiere al paso del tiempo una mayor amplitud, peso y solidez, de manera que los años ricos en acontecimientos transcurren con mayor lentitud que los años pobres, vacíos y carentes de peso, que el viento barre y que pasan volando. Lo que llamamos hastío, pues, es consecuencia de la enfermiza sensación de brevedad del tiempo provocada por la monotonía. Los grandes períodos de tiempo, cuando transcurren con una monotonía ininterrumpida, llegan a encogerse en una medida que espanta mortalmente al espíritu. Cuando un día es igual que los demás, es como si todos ellos no fueran más que un único día; y una monotonía total convertiría hasta la vida más larga en un soplo que, sin querer, se llevaría el viento. La costumbre hace que la conciencia del tiempo se adormezca o, mejor dicho, quede anulada, y si los años de la niñez son vividos lentamente y luego el resto de la vida se desarrolla cada vez más deprisa y se acelera, también se debe llamar a la costumbre. Sabemos perfectamente que introducir cambios y nuevas costumbres es el único medio del que disponemos para mantenernos vivos, para refrescar nuestra percepción del tiempo, en definitiva, para rejuvenecer, refortalecer y ralentizar nuestra experiencia del tiempo y, con ello, renovar nuestra conciencia de la vida en general. (pp. 150-151)


-Permítame, permítame, ingeniero, que le diga, e insisto sobre este punto, que la única manera sana y noble, es más, la única manera sensata y religiosa de contemplar la muerte es considerarla y sentirla como parte integrante, como la sagrada condición sine qua non de la vida, y no separarla de ella mediante alguna entelequia, no verla como su antítesis y, menos aún, tratar de resistirse de manera antinatural, pues eso sería justo lo contrario de lo sano, noble, sensato y religioso. Los antiguos decoraban sus sarcófagos con símbolos de la vida y la fecundidad, incluso con símbolos obscenos. Según el concepto de religiosidad de los antiguos, lo sagrado y lo obsceno con frecuencia se daban la mano. Aquellos hombres sabían honrar a la muerte. Mire, la muerte es digna de honores en tanto es la cuna de la vida, el seno materno de la renovación. Sin embargo, vista como la antítesis de la vida y separada de ella se convierte en un fantasma, en una máscara horrenda o en algo peor todavía. Porque la muerte entendida como fuerza espiritual independiente es una fuerza enteramente depravada; cuya perversa seducción sin duda es sinónimo del más espantoso extravío del espíritu humano. (pp. 287-288)